En el post anterior os planteé un ejemplo de “Tormenta Perfecta”. Ahora continuamos con el mismo ejemplo, pero os planteo un desenlace muy distinto.
Veamos ahora qué hubiera pasado ante la misma situación con otra creencia distinta a la anterior (recordemos que la creencia asociada en el post anterior era; “La gente normalmente me oculta cosas y me miente en algo”).
Su enunciado es el siguiente; “La personas tiene sus propias razones para actuar como actúan, y yo no tengo por qué saberlas, ni están obligadas a contármelo todo”.
Partimos de la misma situación inicial.
Éstas cenando con tu hermana y es la primera vez que os veis después de que tú hayas estado viviendo seis meses en el extranjero. Tu hermana tiene el teléfono encima de la mesa y está a partes iguales prestándote atención a ti y a su móvil. Esta situación no te gusta especialmente ya que consideras que dado que hace tanto que no os veis, podría dedicarte por un par de horas toda su atención.
En el transcurso de la cena recibe un mensaje que ella mira en la pantalla y voltea el teléfono dejando la pantalla boca abajo sobre la mesa. Hasta aquí todo igual que en el primer ejemplo, ¿verdad?.
La emoción que te asalta es la de “enfado”. Te dices, por qué no dejará el teléfono tranquilo y te presta toda su atención. Ahora aparece el pensamiento alternativo recurrente que os acabo de proponer; “Mi hermana tiene sus propias razones para actuar como actúa, y yo no tengo por qué saberlas. Tampoco está obligada a contármelo todo”.
El resultado de asociar la misma emoción inicial de enfado a este otro pensamiento va a ser distinto al anterior. Muy probablemente el mismo hecho que antes fue determinante en la evolución de la cena ahora tenga un carácter anecdótico.
¿Qué perspectivas te abre la nueva situación?.
Te ha permitido relativizar el hecho, no darle demasiada importancia, y te facilita el volver a prestarle atención a tu hermana, a los motivos por los que estáis teniendo la cena, y en definitiva, a seguir disfrutando del encuentro.
Los pensamientos que asociamos a las emociones suelen ser en muchos casos recurrentes. Vienen condicionados por nuestros juicios y creencias. Como habéis visto en los ejemplos anteriores influyen directamente en nuestro estado emocional. Dependiendo del estado emocional en el que nos encontremos, actuamos de una manera o de otra. Por lo tanto los pensamientos asociados a la emoción en primer lugar, y los estados emocionales en segundo lugar, pueden potenciarnos o limitarnos.
Os reto a que busquéis en vuestros recuerdos situaciones vividas pasadas, e intentéis reproducir este esquema. ¿De qué os dais cuenta?
El trabajo sobre las emociones y los pensamientos recurrentes asociados a ellas es muy complejo. La buena noticia es que podemos gestionar los estados emocionales cuando estos no nos favorecen incidiendo sobre los pensamientos asociados. El trabajo del coach se centra en este punto. Os proporcionamos las herramientas necesarias para que primero hagáis un diagnóstico adecuado, y después, construyáis pensamientos sustitutivos que puedan reemplazar a los primeros si estos no os están beneficiando.